A MI REGRESO DE SANTO DOMINGO
A mi regreso, les digo:
He regresado de La República Dominicana, donde participé del V Congreso Internacional de La Liga Hostosiana de La Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hermosa ciudad e impresionante Universidad, de casi 200,000 estudiantes. La Facultad de Filosofía estuvo presente, sobre cien maestros de secundaria ocuparon un auditórium bellamente decorado con flores y banderas y una delegación desde Puerto Rico de la Asociación de Damas del CAAM Hostosianas de Mayagüez.
Fue una semana cargada de fuertes emociones de todo tipo, intelectuales, sentimentales y pasionales. No se puede estudiar la vida de Eugenio María de Hostos sin que se despierten los sentimientos más puros de amor al servicio y a la Patria. Hombre grande de todos los tiempos, amado en Chile, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico.
Hubo una misa y ofrenda floral en su panteón en el Mausoleo de La Patria en la parte histórica colonial de Santo Domingo. Allí se respira la historia de quinientos años en sus calles empedradas, sus estructuras de ladrillo y sus plazas con una vida propia como detenida en el tiempo.
No puedo describir el increíble sentimiento surrealista que viví al ver al bis-nieto del Prócer arrodillarse luego de tomar la comunión durante la misa, e inclinar su cabeza con sus brazos extendidos sobre la lápida del panteón, allí se quedó una largo tiempo en oración, y yo presencie´ en mi mente cómo un espiral de DNA subía de las cenizas a sus brazo y se alojaba en su corazón. Pude sentir el amor derramarse en el ambiente, y dos lagrimones se escaparon de mis ojos.
Ahora regreso con mi corazón repleto de alegría y agradecimiento a ese grupo de personas sabias que supieron hacernos sentir verdaderamente en nuestro hogar.
No he podido leer ni comentar en el Foro, pues las intensas lluvias afectaron mis líneas telefónicas y como consecuencia no tengo señal de internet en mi casa. Comencé a trabajar, las clases comenzaron, y para colmo el frio en el avión de regreso me congestionó y tengo un terrible catarro. Les aseguro que les extraño mucho, y prometo retomar mi participación entre ustedes, mis amigas y amigos.
Carmen Amaralis Vega
MI QUERIDO GAINESVILLE
A veces las autoridades máximas no saben tomar decisiones correctas. Vuelven locos a sus dependientes en un psiquiátrico carnaval. Pues resulta que las dos torres de diez pisos en el territorio que comprende el Campus de la Universidad en ese pueblito llamado Gainesville, acomodaban a casi todos los jóvenes del inmenso programa graduado. En una de las torres a los nenes y en otra, nosotras las nenas, muy bien custodiadas.
Esa universidad es enorme, y las autoridades administrativas se jactan indicando que hay estudiantes prácticamente de todos los paises del mundo. Un remolino cosmopolita de criaturas de todos tamaños, colores y rasgos fisiológicos. Doy fe de eso.
El marasmo de diferentes idiomas por los pasillos y plazoletas del campus resultaba peor que la locura que aconteció mientras se construía la Torre de Babel. Chinos hablando sus lenguas de varias regiones, árabes, griegos, italianos, latinoamericanos (ahí creo que caigo yo), australianos, canadienses, jamaiquinos, por mencionar algunos.
Y verdaderamente era el caos de la Torre, esa que quedó sin ser terminada, y cayó hecha pedazos causando tanto revuelo en la época antes de Cristo por allá por las tierras persas según nos cuentan los judíos en el Antiguo Testamento. Mucho peor.
Y les comentaba que los administradores no tenían la nariz bien puesta en su sitio, porque acomodaban en los dormitorios a unos juntes internacionales imposibles. En mi caso me acomodaron con dos chinitas; Wini Ku de Taiwán y Cichi Chen de Beijín, y una turca, Mirihban Pekgulariuz de Estambul, y para colmo yo, una caribeña risueña a todo color.
Mirihban era musulmana, y mantenía el Corán en su mesita de noche, y yo católica a rabiar. Wini era Taoísta y Chichi, creo que Budista. La cosa es que Mimi sacaba su Corán todos los días a la puesta del sol, se acostaba con la cara dándole al suelo en dirección a la Meca, y por un rato no podíamos ni siquiera hablar, mucho menos murmurar nada.
Pues les cuento que yo no cambiaría mis costumbres caribeñas de colorearme la cara antes de salir para tomar mis cursos por nada del mundo, y mucho menos por Alá. Mimi se fascinaba mirándome pintar las líneas de mis labios rojo pasión, y sombrear el contorno de mis ojos de azul turquesa para que se resaltaran su color miel ante el espejo que compartíamos. Creo que sentía una envidia sana, pues ella se cubría su cara con un manto o burka y salíamos juntas para clases.
Nos hicimos grandes amigas, algo raro, considerando que discutíamos constantemente de quien era el hijo de Dios en la tierra. Me negaba a considerar a Jesús un profeta, como me aseguraba. No, no y no…..Una tarde de disputas religiosas, la corrí por toda la habitación y logré sujetarla y pintarle los labios con mi rímel… Aunque protestó, juro que la vi mirarse al espejo con una sonrisa indescifrable en su hermoso rostro.
Que tiempos aquellos de jeringonza universal, no los cambiaría ni por todas las glorias del mundo, y yo ahora acá en mi Isla, después de medio siglo de historia, sigo pintando mi cara con vivos colores como para vivir cada día mi propio carnaval. Bendecido lugar de locos, mi querido Gainesville.
Carmen Amaralis Vega