DESQUICIO EN EL SILENCIO
Se me cuela el silencio por los huesos.
Silencio irreverente que arrastra imágenes.
De esas imágenes que quieres olvidar.
Y desfilan entre el deseo y el desgano
La caridad desecha por la envidia,
El poder triturando al desvalido
Y los egos, ahhh, los egos cada vez más sensitivos,
más torpes,
más inútiles.
Agito la cabeza para mover la mente,
Sacudir la necedad,
y arruinar el remolino de las voces.
Voces que reclaman tonterías,
gastando la energía en retóricas tristes
en lugar de calmar el hambre de la humanidad.
Hambre de todo,
Hasta de buenos juicios,
De cariño al dolido,
Hambre deseosa de verdadera amistad.
Estos silencios ruidosos me desquician.
Carmen Amaralis Vega
REPASO DE ANGOSTURAS
De la luminosa cuna a la oscura tumba se desvivió
buscando una clave al dolor ajeno.
No le importaba el propio, ese no contaba.
Contaban los estómagos vacíos de pan o de caricias,
Las lacras y las llagas de esperanzas.
Voló lejos, el universo le regaló mil alas,
Y llegó lejos, muy lejos,
a las tundras del desierto,
a los glaciales del sur,
al mar salado de la muerte.
Compartió su vida con aborígenes, esquimales y negros.
Divisó con sus ojos agudos los valles y las cumbres.
Caminó pasillos largos, muy largos,
Pasillos de inciertos destinos,
de pocas esperanzas.
Fabricó ilusiones con retazos de la piel cansada,
sintió brillar la luz de la esperanza.
Luego de transitar por caminos tortuosos
llegó al limbo donde se almacenan los recuerdos,
los repasa.
La tristeza invade su alma.
Se da cuenta de la miel amarga,
detecta la angostura que abunda en los umbrales
de los que aún viven dormidos de abundancias.
Carmen Amaralis Vega
EL FANTASMA DEL AMOR
Ella nunca será dichosa,
La acosan deseos infinitos.
Deseos imposibles de alcanzar.
Su condena se refleja en la plata de sus ojos,
En el nácar de sus manos vacías.
Ese amor imaginado no es de este mundo,
Sin compasión late en sus venas.
Una avalancha de deseos descabellados la cubre,
deseos que superan la utopía del amor.
Eternamente padecerá la gris condena
de buscar desesperada la silueta que la acaricia en las sombras.
Ese fantasma sin piel
que aparece cada noche en su lecho.
La acaricia,
la besa en la nuca,
la hace suya suavemente,
para luego disolverse en la bruma.
Bruma que la envuelve en la angustia
de sentir que esa adorada sombra
la poseerá para siempre.
Su amor no es de este mundo.
Esa es su condena.
Carmen Amaralis Vega